La obra de María
Montessori se inscribe, como ella misma dice e impulsa, en lo que se
considera en su tiempo como pedagogía científica. Su formación
naturalista explica su concepción de que la educación debe
inspirarse en la naturaleza y en las leyes del desarrollo infantil,
al margen de los hábitos tradicionales, incluso de la propia
tradición, y de toda concepción metafísica.
En su ideología se
encuentran aportaciones pedagógicas como el individualismo de
Rousseau, la educación sensorial de Pestalozzi o la influencia de
Froebel en lo que se refiere a la autoactividad, el valor del juego y
a lo relacionado con la creación de hábitos a partir de instintos e
impulsos naturales.
Parte de la psicología
positivista y asociacionista, basándose su método en la actividad
sensorial y las impresiones y en la educación en la autoactividad.
Para llevar a cabo su objetivo se nutre de un rico material
didáctico, en un ambiente ordenado, para que el niño domine su
entorno y aprenda de él (materiales específicos y adaptados al
tamaño de los niños, plantas, animales, mapas, aparatos curiosos,
música, materiales de dibujo, etc).
Para María Montessori,
educar es favorecer el desarrollo, con lo cual la libertad pasa a
ocupar un papel primordial. La infancia es algo con necesidades e
intereses específicos y la libertad es una condición indispensable
para el desarrollo de la vida, es decir, de las manifestaciones
espontáneas. Su preocupación educativa se dirige hacia aquellas
cosas útiles en nuestra vida y que despiertan nuestro interés.
Dentro de la idea de
aprendizaje activo, cree que no puede existir educación que no sea
autoeducación; para ello, defiende la creación de un ambiente
apropiado para cultivar la atención, la voluntad, la autonomía
personal, la inteligencia, la imaginación creativa, la autoestima y
la educación moral.
La metodología de
Montessori requiere una nueva concepción del educador, que debe
enseñar poco, observar mucho y orientar las actividades psíquicas
de los niños y su crecimiento psicológico. El papel del profesor se
limita a ser un observador que interviene únicamente cuando es
necesario a modo de guía y “motivador” en el proceso de
aprendizaje.
En mi opinión, la
metodología y las ideas de Montessori son perfectamente adecuadas
para favorecer el desarrollo intelectual, psicológico y emocional
del niño y continúan vigentes hoy en día, aunque podría ser
criticable que no se utilicen objetos concretos del mundo real y la
complicación de los instrumentos y los procedimientos preadaptados.
También se podría poner
en cuestión que la independencia y la libertad de elección de las
ocupaciones del niño pueden llevar al aislamiento aunque el método
propugne la cooperación para llegar a su socialización.
Por otra parte, la
propuesta educativa de M. Montessori se debería revisar teniendo en
cuenta las recientes aportaciones científicas. Sin embargo, sería
muy provechoso sacar mayor partido de su valiosa aportación, de su
filosofía, tan sencilla, tan lógica, tan cargada de humanidad y de
su todavía revolucionaria metodología que no ha tenido todo el
éxito y reconocimiento que se merece, quizás por el alto coste
económico que supone poner en marcha un proyecto de este tipo en la
sociedad actual.
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