Se
podría decir que el constructivismo no es un método o una técnica,
si no un enfoque o una corriente educativa cuyo marco teórico está
sostenido por teorías psicológicas definidas por Piaget, Ausubel,
Bruner y Vigotsky. Este movimiento aglutina una serie de principios
que ayudan a diagnosticar, establecer juicios y tomar decisiones
sobre la enseñanza.
Personalmente
pienso que la puesta en práctica del modelo constructivista en el
aula ofrece una pauta sobre cómo atender al pensamiento de los
niños, reconociendo su originalidad y ayudándoles a explicitar sus
contradicciones. La metodología constructivista es activa,
colaborativa, creativa y respetuosa con los alumnos.
Trabajar
en el aula de un modo acorde con las ideas constructivistas supone
tener en cuenta algunos aspectos como favorecer la autonomía del
niño e incentivar el trabajo en equipo que ayuda a contrastar y
coordinar los puntos de vista para avanzar en el conocimiento y
crecer en lo moral.
El
trabajo en grupo permite la superación del egocentrismo y se
encuentra en la base de la autonomía. La labor del profesor es
colaborar proporcionando unas condiciones positivas de autonomía en
los alumnos. En el trabajo en grupo, la contrastación de ideas
favorece tanto a los alumnos menos avanzados que se ven obligados a
reformular su punto de vista, como a los más adelantados, que se ven
en la necesidad de justificar el suyo.
El
centro de la organización de las actividades pedagógicas debe ser
el propio alumno. Su capacidad para elaborar un juicio propio y
descubrir el porqué de las cosas, ha de ser respetada e incentivada.
El alumno debe ser considerado el principal artífice de su propio
aprendizaje ya que su acción le permite transformar la realidad en
la medida que elabora nuevos significados. El alumno es el
protagonista del proceso enseñanza-aprendizaje y a su alrededor gira
toda la acción educativa.
Todo
aprendizaje nace de la necesidad. El aprendizaje debe realizarse en
las condiciones más naturales posibles y debe estar ligado a la
solución de problemas de la vida real. Se aprende algo más y mejor
cuando se necesita y se desea. De esta manera, el aprendizaje resulta
útil y al mismo tiempo placentero.
Los
alumnos son sujetos activos con unos conocimientos previos sobre los
cuales van a realizar nuevas construcciones. Conocer sus ideas acerca
de lo que los profesores quieren enseñar resulta fundamental, puesto
que éstas constituyen el punto de partida de nuevos conocimientos.
El
error desempeña un importante papel constructivo en el aprendizaje.
Avanzar en el conocimiento supone tomar conciencia del error e
intentar superarlo.
Los
conflictos cognitivos son el motor del desarrollo y del aprendizaje.
Su aparición lleva a los alumnos a replantearse los problemas,
construir nuevas hipótesis, buscar y contrastar datos, reformular
sus ideas y cambiar la manera de explicar los fenómenos.
Los
conflictos desencadenan el proceso constructivo, pero por sí solos
no lo garantizan. Se deben considerar también el conjunto de
actividades destinadas a superarlos.
Existen
diversos caminos para responder adecuadamente a un problema y las
estrategias de resolución pueden variar de un alumno a otro. El
profesor debe tener en cuenta las diferencias y la diversidad.
Según
estos criterios, el papel del profesor debe ser el de un facilitador,
mediador, moderador, coordinador (y un participante más) que ayuda a
los alumnos a descubrir los conocimientos.
Se
aleja de la pedagogía tradicional que transmite de forma oral unos
conocimientos inmutables para favorecer su reconstrucción por parte
de los alumnos. Para ello, sus intervenciones deben ofrecer a los
alumnos ejemplos contrarios a sus propias ideas, de tal manera que
éstos se vean obligados a revisarlas. El profesor debe plantear
situaciones problemáticas para suscitar la actividad del alumno.
Pero,
en mi opinión, una de las dificultades o puntos débiles de la
práctica educativa constructivista es que la toma de conciencia de
los conflictos o problemas no se produce de un modo abrupto e
instantáneo, si no de manera reflexiva. Por eso, no hay que creer
que un bombardeo de situaciones conflictivas es eficaz, ya que la
resolución de estos problemas, solo se vuelve significativa en
momentos puntuales de crisis. Conviene, en este sentido, no pensar
que se puede controlar el aprendizaje, pues se trata de un proceso
inconsciente y su toma de conciencia es progresiva.
La
intervención pedagógica debería ser indirecta, pues resulta casi
imposible saber cuál es el momento exacto para hacer la pregunta que
dispare la actividad constructiva. A mi entender, resulta más
interesante que las preguntas las formulen los propios alumnos.
Así,
concebir la educación desde esta perspectiva supone el trabajo en
grupo, la contrastación de ideas, la coordinación de puntos de
vista, la superación de herramientas intelectuales incompletas e
insuficientes y la elaboración de otras nuevas que permitan asimilar
la complejidad de los contenidos.
Es
necesario valorar los conocimientos previos y las herramientas
intelectuales de que disponen los alumnos y promover situaciones que
les permitan contrastar sus propias ideas con las características de
los contenidos que deben aprender. Un alumno activo, crítico, moral
e intelectualmente autónomo, que colabora con los otros, es el ideal
del modelo constructivista.
Una
crítica que se le puede hacer, en mi opinión, al modelo didáctico
constructivo, es que aunque contribuye a mejorar la actividad del
profesor y del alumno, existen algunos puntos de vista
contradictorios en las teorías psicologícas sobre las que se
sustenta. En los años setenta, las teorías de Piaget se
convirtieron en un paradigma indiscutible y aparecieron multitud de
aplicaciones y proyectos que intentaron basarse en su obra. Pero las
modas científicas han ido cambiando y Piaget ha pasado a un segundo
plano. Se puede decir que está superado y que descuidó problemas
esenciales del desarrollo, como los aspectos afectivos o la
influencia social. En cambio, para Vigotsky, el medio social
constituye un factor determinante para el desarrollo.
La
confusión entre estos dos puntos de vista, el de la influencia
social y el de lo que sucede en el interior del sujeto, son ideas
difíciles de combinar de un modo organizado en la metodología
constructivista.
Aun
así, personalmente creo que el modelo constructivista y su
aplicación práctica en el aula, constituye un método muy útil en
la adquisición de conocimientos y contribuye eficazmente al
desarrollo cognitivo y moral tanto del alumno que aprende como del
profesor que se esfuerza en plantear un aprendizaje creativo
induciendo a pensar, a deducir y a razonar al alumno.
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