Con unas tijeras, unas cartulinas negras, luces, sombras y mucha imaginación... todo montado como un stop motion... 1922!!!... Lotte Reiniger... increíble...
miércoles, 31 de diciembre de 2014
El arte de recortar: Lotte Reiniger
Con unas tijeras, unas cartulinas negras, luces, sombras y mucha imaginación... todo montado como un stop motion... 1922!!!... Lotte Reiniger... increíble...
Contes a partir d'obres mestres de la pintura
http://www.super3.cat/unamadecontes/web/blog/tema/143
Com sempre, al MNAC saben arribar als xiquets d´una manera directa i fàcil. Recursos molt senzills i recomanables com els contes...
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REFLEXIÓN SOBRE EL CONTEXTO ACTUAL DE LA EDUCACIÓN ARTÍSTICA
Desde mi personal punto
de vista como alumna casi toda mi vida y como educadora de museos
durante siete años, empiezo en estos momentos, a aprender cómo se
deberían enseñar las artes visuales. Como alumna, me daba cuenta de
los modelos que no quería seguir y rechazaba el tipo de profesor que
no quería ser (casi todos los profesores que he tenido en mi vida).
Ahora, como alumna del máster de secundaria, empiezo a poder poner
palabras a esos pensamientos que era difícil verbalizar. Como
educadora de museos, la intuición y el buen juicio de mis compañeros
y superiores hicieron que supiera por qué camino quería ir y que
pudiera desarrollar mi práctica de la manera más digna que supe. También es ahora
cuando empiezo a poder sostener con teorías educativas las
experiencias artísticas prácticas con visitantes de todas las
edades en el museo.
A mi entender, en
general, las teorías pedagógicas dicen lo que no hay que hacer en
educación artística, pero no lo que hay que hacer.
La percepción que yo
tengo es que el contexto español de la educación artística
(escuelas, institutos, universidades, museos, etc.), al igual como el
europeo en general, está influenciado por el contexto americano
basado en el sistema empresarial y militar y con el objetivo de crear
un tipo concreto de persona, los futuros trabajadores sumisos y
compradores compulsivos. Se favorece la transmisión oral de los
conocimientos y la repetición a través de lecciones magistrales sin
imágenes. No se proponen trabajos en grupo ni debates críticos. En
clase hay que atender y callar. No se favorece el uso de las TIC (que
se deberían usar como un medio, no como un fin en sí mismas).
Tampoco se fomenta el pensamiento divergente ni la inventiva ni la
creatividad y los alumnos no son capaces de generar conocimiento
propio y están aletargados.
Los tres factores que
operan en la educación artística son los estudiantes, los
profesores y las instituciones educativas.
Entre los estudiantes
existe un alto fracaso escolar y alta exposición a los medios de
comunicación de masas. La televisión es el principal agente
educativo. Los alumnos acaban educados por los medios; se aburren en
los contextos educativos; la brillantez del mundo visual ensombrece
el mundo del aula. Tampoco las asignaturas de dibujo o plástica
aportan nada sugerente que despierte a los estudiantes.
Los profesores son
profesionales sin motivación y sin formación específica en
educación. Un alto porcentaje accede a su puesto sin interesarle
demasiado la educación y se limita a repetir los modelos que conoce
o que ha padecido, y muchos artistas frustrados acaban de profesores.
Es una profesión bastante feminizada debido a los bajos sueldos y a
la escasa estimación profesional. La gran mayoría de profesores “se
formaron” con el CAP: un curso casi “no presencial” sin
contenido ni evaluación (yo misma cursé el CAP y ahora, cursando el
máster en profesorado de secundaria me doy cuenta de que no todo
está perdido y veo que las cosas se van enderezando poco a poco). La
formación del profesorado universitario es inexistente y la
formación continua precaria. A los pocos años de práctica docente,
los profesores están hartos, cansados, deprimidos y descorazonados.
Y esta desazón repercute en su práctica cotidiana, que se acomete
con desgana e incluso con enfado en muchas ocasiones. Es una
carrera en solitario donde cada uno hace lo que puede y en el ámbito
universitario, por ejemplo, lo que quiere.
Por último, las
instituciones educativas se han quedado obsoletas, medio muertas,
apagadas, si es que algún día estuvieron vivas y fueron modernas.
Creo que no.
Por otra parte, la
educación en sí está marginada. La gente identifica la educación
artística con trabajar solo con niños, una labor desprestigiada en
la sociedad. Lo que mola es ser artista de renombre, ganar dinero y
ser famoso, viajar y exponer en medio mundo.
Lo de dar clase en una
escuela o en un instituto se ve como algo aburrido; una jungla en la
que hay que lidiar con niños o adolescentes asalvajados sin ningún
interés en lo que les vas a contar. Y todo empeora cuando se trata
de las artes visuales. Cuando toca dibujo no hay que hacer nada. No
hay que estudiar, ya que dibujar no es un proceso intelectual. No hay
deberes; es una asignatura maría y no cuenta la nota que se
saca en ella. Se hacen cosas con las manos, pero sin pensar. Es un
pasatiempo donde se realizan una serie de trabajos manuales. En el
mejor de los casos, la educación artística es considerada como un
conjunto de experiencias agradables y divertidas, pero poco útiles.
Los productos que se obtienen son bonitos, decorativos y en los
colegios sirven para que los niños se los regalen a los padres en
fechas señaladas.
Las artes visuales se
deberían enseñar como una asignatura considerada al mismo nivel que
cualquier otra, a partir de unidades didácticas que cubran los
contenidos básicos: creación-producción, crítica, historia del
arte y estética. La educación artística no debería estar
únicamente dirigida a producir, sino a interpretar imágenes
visuales con espíritu crítico.
Los docentes deberían
ayudar a los alumnos a desarrollar habilidades que les permitan
comprender y apreciar el arte. Esto implica un conocimiento de las
teorías y concepciones del arte y la habilidad para crearlo. Todo
ello iría dirigido a despertar el espíritu crítico y el
pensamiento divergente. Es necesario que los alumnos aprendan a ver
como observadores autosuficientes y que los profesores enseñen a
mirar. Es importante que docentes y alumnos tengan la mente abierta
ante cualquier experiencia artística provenga del contexto cultural
del que provenga, es decir, que desarrollen un hábito de relativismo
intelectual útil para enfrentarse a la vida.
Para ser positiva, creo
que algo se está moviendo y desde la formación que recibimos los
licenciados en el máster en profesor de secundaria para poder ser
profesores, con buena voluntad, mucho esfuerzo y una formación
permanente y continuada, se pueden cambiar las cosas.
sábado, 27 de diciembre de 2014
Todo se aprende...
Encantadora niña comportándose como los adultos. Interesante vídeo para reflexionar sobre cómo aprenden los niños... copiando las conductas que ven?...
viernes, 26 de diciembre de 2014
Fotoensayo. La vocación docente IV.
Marrades. (2014). La vocación docente IV. Fotoensayo compuesto por una fotografía digital de la autora del catálogo Jean Fouquet y una fotografía digital de Estrella Rodríguez.
Fotoensayo. La vocación docente III.
Marrades. (2014). La vocación docente III. Fotoensayo compuesto por una fotografía digital de Estrella Rodríguez y una fotografía digital de la autora del catálogo Memling à Brugges y 2 citas visuales indirectas de La anunciación de Jaume Baçó y de Santa Catalina del Maestro de Altura del Museo de Bellas Artes de Valencia.
Fotoensayo. La vocación docente II.
Marrades. (2014). La vocación docente II. Fotoensayo compuesto por 2 fotografías digitales de la autora.
Recursos para el aula de dibujo. Aprender jugando.
En el Museo Thyssen, el departamento de educación ofrece un montón de recursos divertidos para acercar el arte incluso a los más reacios. A través de la Nintendo podemos entender cómo construía sus cuadros Vincent van Gogh y atrevernos a "pintar" como él sin ensuciarnos, creando imágenes interesantes con esta estupenda herramienta.
En vez de juegos violentos y vacíos de contenido, este juego educativo contribuye a la difusión del arte, de las técnicas artísticas y de los artistas entre los más jóvenes de una manera fácil y entretenida.
EL MODELO DIDÁCTICO CONSTRUCTIVO O APROXIMATIVO
Se
podría decir que el constructivismo no es un método o una técnica,
si no un enfoque o una corriente educativa cuyo marco teórico está
sostenido por teorías psicológicas definidas por Piaget, Ausubel,
Bruner y Vigotsky. Este movimiento aglutina una serie de principios
que ayudan a diagnosticar, establecer juicios y tomar decisiones
sobre la enseñanza.
Personalmente
pienso que la puesta en práctica del modelo constructivista en el
aula ofrece una pauta sobre cómo atender al pensamiento de los
niños, reconociendo su originalidad y ayudándoles a explicitar sus
contradicciones. La metodología constructivista es activa,
colaborativa, creativa y respetuosa con los alumnos.
Trabajar
en el aula de un modo acorde con las ideas constructivistas supone
tener en cuenta algunos aspectos como favorecer la autonomía del
niño e incentivar el trabajo en equipo que ayuda a contrastar y
coordinar los puntos de vista para avanzar en el conocimiento y
crecer en lo moral.
El
trabajo en grupo permite la superación del egocentrismo y se
encuentra en la base de la autonomía. La labor del profesor es
colaborar proporcionando unas condiciones positivas de autonomía en
los alumnos. En el trabajo en grupo, la contrastación de ideas
favorece tanto a los alumnos menos avanzados que se ven obligados a
reformular su punto de vista, como a los más adelantados, que se ven
en la necesidad de justificar el suyo.
El
centro de la organización de las actividades pedagógicas debe ser
el propio alumno. Su capacidad para elaborar un juicio propio y
descubrir el porqué de las cosas, ha de ser respetada e incentivada.
El alumno debe ser considerado el principal artífice de su propio
aprendizaje ya que su acción le permite transformar la realidad en
la medida que elabora nuevos significados. El alumno es el
protagonista del proceso enseñanza-aprendizaje y a su alrededor gira
toda la acción educativa.
Todo
aprendizaje nace de la necesidad. El aprendizaje debe realizarse en
las condiciones más naturales posibles y debe estar ligado a la
solución de problemas de la vida real. Se aprende algo más y mejor
cuando se necesita y se desea. De esta manera, el aprendizaje resulta
útil y al mismo tiempo placentero.
Los
alumnos son sujetos activos con unos conocimientos previos sobre los
cuales van a realizar nuevas construcciones. Conocer sus ideas acerca
de lo que los profesores quieren enseñar resulta fundamental, puesto
que éstas constituyen el punto de partida de nuevos conocimientos.
El
error desempeña un importante papel constructivo en el aprendizaje.
Avanzar en el conocimiento supone tomar conciencia del error e
intentar superarlo.
Los
conflictos cognitivos son el motor del desarrollo y del aprendizaje.
Su aparición lleva a los alumnos a replantearse los problemas,
construir nuevas hipótesis, buscar y contrastar datos, reformular
sus ideas y cambiar la manera de explicar los fenómenos.
Los
conflictos desencadenan el proceso constructivo, pero por sí solos
no lo garantizan. Se deben considerar también el conjunto de
actividades destinadas a superarlos.
Existen
diversos caminos para responder adecuadamente a un problema y las
estrategias de resolución pueden variar de un alumno a otro. El
profesor debe tener en cuenta las diferencias y la diversidad.
Según
estos criterios, el papel del profesor debe ser el de un facilitador,
mediador, moderador, coordinador (y un participante más) que ayuda a
los alumnos a descubrir los conocimientos.
Se
aleja de la pedagogía tradicional que transmite de forma oral unos
conocimientos inmutables para favorecer su reconstrucción por parte
de los alumnos. Para ello, sus intervenciones deben ofrecer a los
alumnos ejemplos contrarios a sus propias ideas, de tal manera que
éstos se vean obligados a revisarlas. El profesor debe plantear
situaciones problemáticas para suscitar la actividad del alumno.
Pero,
en mi opinión, una de las dificultades o puntos débiles de la
práctica educativa constructivista es que la toma de conciencia de
los conflictos o problemas no se produce de un modo abrupto e
instantáneo, si no de manera reflexiva. Por eso, no hay que creer
que un bombardeo de situaciones conflictivas es eficaz, ya que la
resolución de estos problemas, solo se vuelve significativa en
momentos puntuales de crisis. Conviene, en este sentido, no pensar
que se puede controlar el aprendizaje, pues se trata de un proceso
inconsciente y su toma de conciencia es progresiva.
La
intervención pedagógica debería ser indirecta, pues resulta casi
imposible saber cuál es el momento exacto para hacer la pregunta que
dispare la actividad constructiva. A mi entender, resulta más
interesante que las preguntas las formulen los propios alumnos.
Así,
concebir la educación desde esta perspectiva supone el trabajo en
grupo, la contrastación de ideas, la coordinación de puntos de
vista, la superación de herramientas intelectuales incompletas e
insuficientes y la elaboración de otras nuevas que permitan asimilar
la complejidad de los contenidos.
Es
necesario valorar los conocimientos previos y las herramientas
intelectuales de que disponen los alumnos y promover situaciones que
les permitan contrastar sus propias ideas con las características de
los contenidos que deben aprender. Un alumno activo, crítico, moral
e intelectualmente autónomo, que colabora con los otros, es el ideal
del modelo constructivista.
Una
crítica que se le puede hacer, en mi opinión, al modelo didáctico
constructivo, es que aunque contribuye a mejorar la actividad del
profesor y del alumno, existen algunos puntos de vista
contradictorios en las teorías psicologícas sobre las que se
sustenta. En los años setenta, las teorías de Piaget se
convirtieron en un paradigma indiscutible y aparecieron multitud de
aplicaciones y proyectos que intentaron basarse en su obra. Pero las
modas científicas han ido cambiando y Piaget ha pasado a un segundo
plano. Se puede decir que está superado y que descuidó problemas
esenciales del desarrollo, como los aspectos afectivos o la
influencia social. En cambio, para Vigotsky, el medio social
constituye un factor determinante para el desarrollo.
La
confusión entre estos dos puntos de vista, el de la influencia
social y el de lo que sucede en el interior del sujeto, son ideas
difíciles de combinar de un modo organizado en la metodología
constructivista.
Aun
así, personalmente creo que el modelo constructivista y su
aplicación práctica en el aula, constituye un método muy útil en
la adquisición de conocimientos y contribuye eficazmente al
desarrollo cognitivo y moral tanto del alumno que aprende como del
profesor que se esfuerza en plantear un aprendizaje creativo
induciendo a pensar, a deducir y a razonar al alumno.
LA PEDAGOGÍA CONSTRUCTIVISTA. PRINCIPIOS Y ETAPAS DEL DESARROLLO COGNITIVO. DE PIAGET A LOWENFELD.
La pedagogía constructivista defiende
la necesidad de entregar al alumno una serie de herramientas y
estrategias que le permitan generar sus propios procedimientos (los
denominan andamiajes) para resolver problemas. Esto implicará que
sus ideas se vayan modificando y el proceso de aprendizaje siga su
curso hasta llegar al conocimiento.
El constructivismo educativo propone un
modelo en el que el proceso de aprendizaje se percibe y se lleva a
cabo como un proceso dinámico, participativo e interactivo del
alumno con el medio, de modo que el conocimiento sea una auténtica
construcción operada por la persona que aprende. El alumno no
almacena conocimiento sino que lo va construyendo a través de
diferentes experiencias resultantes de su interacción con el medio.
Piaget, en los años veinte del
siglo XX, formuló una teoría del desarrollo cognitivo basada en un
enfoque global en el que el niño obtiene el conocimiento a través
de muchos canales en interacción con el medio accediendo al
aprendizaje a partir del descubrimiento.
Lo que se pretende en la escuela es
contribuir al desarrollo de los individuos, socializarlos, facilitar
que adquieran conocimientos, valores, que desarrollen su inteligencia
y que lleguen a convertirse en adultos autónomos. De todos estos
asuntos se ocupa Piaget en sus investigaciones ofreciendo una visión
del ser humano como un organismo que, al actuar sobre el medio y
modificarlo, se modifica también a sí mismo. Piaget considera el
desarrollo de la inteligencia y la formación de los conocimientos
(dos procesos para él indisociables) como un producto que se inicia
en la actividad de los seres humanos y en su capacidad de adaptación
al medio. Su explicación acerca de cómo se forman los conocimientos
no coincide con las posiciones tradicionales que se han mantenido a
lo largo de la historia, el empirismo y el innatismo. Para Piaget el
conocimiento no es una copia de la realidad, como plantearía el
empirismo, ni es el despliegue de capacidades que ya posee el ser
humano, como sostendría el innatismo. Es, por el contrario, el
resultado de la interacción entre la dotación inicial con la que
nacen los seres humanos y su actividad transformadora del entorno.
El conocimiento es un proceso de
adaptación que se produce como respuesta a una necesidad: el sujeto
trata de realizar una acción o de encontrar una explicación para lo
que sucede y halla una resistencia en la realidad. Para enfrentarse a
ella modifica sus conocimientos anteriores. Por ello el conocimiento
es un proceso creativo y no de repetición. Se podría pensar que
Piaget concibe al sujeto completamente aislado, pero en realidad,
para él los otros son fundamentales en el progreso del conocimiento.
Contrastar las propias opiniones con las de otras personas es muy
importante en dicho progreso.
La teoría de Piaget surge en un
momento en que se estaban produciendo importantes cambios en el
ámbito de la educación, que se venían gestando desde finales del
siglo XIX. Se estaba produciendo un rechazo a la escuela tradicional,
centrada en la transmisión verbal y que proporcionaba unos
conocimientos poco útiles a los alumnos. Frente a ello, el
movimiento pedagógico proponía una enseñanza más activa, que
partiera de los intereses del alumno y que sirviera para la vida
real. Aparecieron ideas que se originaban en la práctica, pero que
tenían un escaso fundamento teórico y la teoría de Piaget
proporcionó ese fundamento teórico, al explicar cómo se formaban
los conocimientos y el significado psicológico de muchas prácticas
que estaba proponiendo la escuela.
La oposición de Piaget al empirismo
con respecto a la formación de los conocimientos le lleva a sostener
que el conocimiento no puede ser implantado desde fuera y que tiene
que ser construido por el sujeto. La formación del conocimiento no
puede ser explicada únicamente por las influencias exteriores (el
ambiente, la sociedad, la cultura), sino que tiene que ser estudiada
desde el interior del propio sujeto (esta idea también la suscribirá
Lowenfeld). Esta idea obligó a cambiar la perspectiva sobre la
enseñanza a gran parte de los profesores. Lo que estarían haciendo
en realidad no era enseñar, sino procurar las condiciones para que
el alumno aprendiera. Eso suponía un cambio de rumbo para la
comprensión de lo que era el aprendizaje, la formación del
conocimiento y el desarrollo. Piaget mostró cómo las
transformaciones que el sujeto realiza sobre su medio son la fuente
del progreso de conocimiento que da lugar a la creación de
instrumentos intelectuales y a sus representaciones de la realidad.
En el aula, los profesores deberán
plantear retos que los alumnos tendrán que investigar y
experimentar, de manera individual y colaborativa, resolviendo los
problemas y afianzando el aprendizaje. El objetivo del profesor será
favorecer la construcción de estructuras de pensamiento ya que es el
dominio de dichas estructuras lo que permite la comprensión de los
diferentes contenidos y propondrá experiencias o situaciones que
ayuden en el proceso de aprendizaje y descubrimiento autónomo del
alumno. Este planteamiento interesa a la educación artística, ya
que un gran número de investigaciones sobre el dibujo infantil se
han fundamentado en esta teoría del desarrollo cognitivo.
Una crítica a las teorías de Piaget,
sería decir que existe una gran distancia entre una teoría
psicológica, que explica como se forman los conocimientos y la
práctica de la educación (es difícil aplicar estos principios
psicológicos a la práctica escolar). Esto ha llevado a que muchas
de las aplicaciones de sus teorías en la escuela terminen siendo
opuestas al espíritu de sus propias ideas. En los años sesenta se
realizaron una serie de experimentos para llevar a la práctica estas
teorías y determinar el desarrollo intelectual de un individuo, pero
Piaget no concibe la inteligencia como un estado, sino como un
proceso y por lo tanto, no se puede medir.
También se recurrió a la teoría de
Piaget para tratar de determinar los contenidos de la enseñanza (el
currículo) y, basándose en las edades medias que él señala para
la adquisición de un conocimiento, establecer lo que no se puede o
no se debe enseñar. Las edades que él señala son edades medias y
existen muchas variaciones en la adquisición de las nociones, unas
variaciones que dependen del medio y de las circunstancias
individuales. En lo que siempre insistió Piaget no fue en las edades
de adquisición sino en el proceso mediante el cual se adquieren los
conocimientos. Por eso no puede decirse que se aplicaran las ideas de
Piaget cuando simplemente se tenían en cuenta sus indicaciones
respecto a las edades de adquisición. Tampoco se trataba de recurrir
a la descripción de los estadios o etapas de la inteligencia, que es
interesante conocer, pero ocuparse únicamente de los estadios supone
tomar una parte de la teoría como si fuera la totalidad. La
actividad de los sujetos es creativa en cualquier nivel de
desarrollo, ya que nos hacemos preguntas a nosotros mismos y
formulamos hipótesis para responderlas.
En muchas ocasiones, el conflicto
cognitivo se consideró vital para el aprendizaje y si los conflictos
se hallaban en el origen de las soluciones y los profesores debían
colaborar para que los alumnos reelaboraran sus ideas, su papel como
pedagogos era promover su aparición. En muchos casos, se llegó a
creer que el aprendizaje se podía controlar provocando el conflicto.
Con esto, se olvidó que la elaboración de conocimiento supone tanto
momentos de crisis que obligan a la reformulación de ideas, como
fases de estabilidad que ayudan a estabilizar las ideas construidas.
Así, aunque muchos educadores se declararan constructivistas, en la
práctica poco tenían que ver con esta posición, por lo que, en
realidad, la incidencia de sus ideas en las escuelas ha sido muy
limitada y a menudo distorsionada.
Lowenfeld, profesor y
arte-terapeuta, publica sus obras en los años centrales del siglo
XX; obras que marcarán desde entonces el carácter de la educación
artística. Lowenfeld, máximo exponente del movimiento de la
<<autoexpresión creativa>> organizó los procesos
creativos infantiles en fases correspondientes a seis etapas del
desarrollo.
La novedad que introdujo Lowenfeld en
la educación artística fue considerar que lo esencial de esta
disciplina no estaba en los contenidos de la enseñanza sino en la
persona que se estaba formando. Los alumnos debían ser considerados
no tanto como aprendices de dibujo, sino más bien como seres humanos
que tienen que llegar a desarrollarse plenamente como personas:
potenciando su sensibilidad, sus capacidades creativas, sus
posibilidades expresivas y comunicativas, la seguridad en sí mismos
y en su forma personal y única de comprender el mundo, su equilibrio
y pleno desarrollo logrando poner lo mejor de sí mismos en las
tareas que están llevando a cabo.
La educación artística no debía
proponerse que todas las personas aprendieran a hacer arte sino, más
bien al contrario, que a través del arte se aprendiera a ser una
persona. De esta manera, Lowenfeld defiende la propia
capacidad creativa como objetivo central del aprendizaje y de la
actividad escolar.
En mi opinión, existe un paralelismo entre las
teorías de Piaget y las de Lowenfeld, sobre todo en los aspectos
psicológicos que definen la teoría del desarrollo, así como en la
selección de unas etapas o estadios y, sobre todo, en la formulación
de las teorías del aprendizaje ligado al desarrollo. Lowenfeld
defiende la necesidad de respetar el desarrollo natural de los niños
en lo referente a su expresión. Le resta importancia a la disciplina
para dar paso a la libertad creativa y no considera necesario que
exista una planificación y secuenciación curricular de la educación
artística. Lo que hay que hacer es motivar a través de determinadas
pautas y promover un ambiente de libertad y desinhibición
disponiendo los materiales más adecuados según la edad. Las etapas
del desarrollo las considera pautas fijas, en torno a las cuales se
organizarán progresivamente las actividades de enseñanza y
aprendizaje relacionadas con las artes visuales.
Mientras las teorías de Piaget llevan
a un tipo de acción curricular basado fundamentalmente en el
aprendizaje por descubrimiento, Lowenfeld defiende un planteamiento
no dirigido en el desarrollo de la expresión, demasiado libre a mi
entender, ya que no todos los niños ni sus circunstancias ni sus
contextos son iguales y puede que en algunos casos, se haga necesario
establecer pautas por parte del profesor.
MONTESSORI Y LA PEDAGOGÍA CIENTÍFICA
La obra de María
Montessori se inscribe, como ella misma dice e impulsa, en lo que se
considera en su tiempo como pedagogía científica. Su formación
naturalista explica su concepción de que la educación debe
inspirarse en la naturaleza y en las leyes del desarrollo infantil,
al margen de los hábitos tradicionales, incluso de la propia
tradición, y de toda concepción metafísica.
En su ideología se
encuentran aportaciones pedagógicas como el individualismo de
Rousseau, la educación sensorial de Pestalozzi o la influencia de
Froebel en lo que se refiere a la autoactividad, el valor del juego y
a lo relacionado con la creación de hábitos a partir de instintos e
impulsos naturales.
Parte de la psicología
positivista y asociacionista, basándose su método en la actividad
sensorial y las impresiones y en la educación en la autoactividad.
Para llevar a cabo su objetivo se nutre de un rico material
didáctico, en un ambiente ordenado, para que el niño domine su
entorno y aprenda de él (materiales específicos y adaptados al
tamaño de los niños, plantas, animales, mapas, aparatos curiosos,
música, materiales de dibujo, etc).
Para María Montessori,
educar es favorecer el desarrollo, con lo cual la libertad pasa a
ocupar un papel primordial. La infancia es algo con necesidades e
intereses específicos y la libertad es una condición indispensable
para el desarrollo de la vida, es decir, de las manifestaciones
espontáneas. Su preocupación educativa se dirige hacia aquellas
cosas útiles en nuestra vida y que despiertan nuestro interés.
Dentro de la idea de
aprendizaje activo, cree que no puede existir educación que no sea
autoeducación; para ello, defiende la creación de un ambiente
apropiado para cultivar la atención, la voluntad, la autonomía
personal, la inteligencia, la imaginación creativa, la autoestima y
la educación moral.
La metodología de
Montessori requiere una nueva concepción del educador, que debe
enseñar poco, observar mucho y orientar las actividades psíquicas
de los niños y su crecimiento psicológico. El papel del profesor se
limita a ser un observador que interviene únicamente cuando es
necesario a modo de guía y “motivador” en el proceso de
aprendizaje.
En mi opinión, la
metodología y las ideas de Montessori son perfectamente adecuadas
para favorecer el desarrollo intelectual, psicológico y emocional
del niño y continúan vigentes hoy en día, aunque podría ser
criticable que no se utilicen objetos concretos del mundo real y la
complicación de los instrumentos y los procedimientos preadaptados.
También se podría poner
en cuestión que la independencia y la libertad de elección de las
ocupaciones del niño pueden llevar al aislamiento aunque el método
propugne la cooperación para llegar a su socialización.
Por otra parte, la
propuesta educativa de M. Montessori se debería revisar teniendo en
cuenta las recientes aportaciones científicas. Sin embargo, sería
muy provechoso sacar mayor partido de su valiosa aportación, de su
filosofía, tan sencilla, tan lógica, tan cargada de humanidad y de
su todavía revolucionaria metodología que no ha tenido todo el
éxito y reconocimiento que se merece, quizás por el alto coste
económico que supone poner en marcha un proyecto de este tipo en la
sociedad actual.
EL KRAUSISMO EN ESPAÑA. PRINCIPIOS TEÓRICOS Y SEGUIDORES.
El krausismo es una doctrina que
defiende la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al
dogmatismo, las reglas, la religión o la política. Esta filosofía
debe su nombre al pensador alemán Krause (1781-1832). El krausismo
defiende el panenteísmo; el universo está contenido en Dios y éste
a su vez lo trasciende. Dios está en todas las cosas.
Tuvo gran difusión en España donde
alcanzó su máximo desarrollo práctico gracias a la obra de Julián
Sanz del Río y a la Institución Libre de Enseñanza dirigida por el
pedagogo Giner de los Ríos. En España se aplicó desde 1876 hasta
1936 ejerciendo gran influjo en la vida artística e intelectual a
través de la Institución Libre de Enseñanza. Este centro educativo
privado laico desempeñó una gran labor de renovación y desarrolló
una serie de medidas dirigidas a superar el caótico panorama
pedagógico del momento.
Defendieron la libertad de cátedra que
les había sido negada, proclamaron la ética y la tolerancia por
encima de todas las cosas y rechazaron ajustar sus enseñanzas a
cualquier dogma oficial. La pedagogía krausista pone en contacto al
alumno con la naturaleza y con cualquier objeto de conocimiento, por
este motivo se le dará mucha importancia a las clases
experimentales, a las excursiones y a aprender de manera gradual. El
estudio de la naturaleza, de la geografía y de las gentes anónimas
que la habitaban, se convirtió en una parte significativa de su
programa provocando un cambio en los intereses de algunos artistas
que se lanzaron a recuperar grandes figuras olvidadas como por
ejemplo El Greco y la ciudad de Toledo.
Aunque intentaron llevar la educación
a todos los rincones de España y su intención era buena, desde mi
punto de vista, esta filosofía tuvo sus limitaciones pues no
pudieron realizar una gran labor que abarcara buena parte del
territorio español (esto también pudo deberse a que la guerra civil
supuso el punto y final de esta iniciativa). Por otra parte, tampoco
fueron demasiado realistas a la hora de emprender una tarea tan
extensa, cara y complicada. En mi opinión, su excesivo idealismo, su
paternalismo, el recurrido panenteísmo y su elitismo (no
intencionado, pero elitismo al fin y al cabo) son los puntos débiles
y cuestionables de este movimiento.
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